Dunga quiere devolver a Brasil a la cima

Dunga quiere devolver a Brasil a la cima
Dunga quiere devolver a Brasil a la cima
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05 de septiembre 2014 - 11:05

Dunga asumió la selección brasileña con un rechazo de casi dos tercios del país. Nada nuevo para alguien que aprendió a vivir bajo críticas feroces durante casi toda su carrera. Dunga conoció la sensación de ir y volver del cielo al infierno como nadie en la historia del fútbol brasileño y su vida parece ser de una búsqueda constante de la redención. Todo comenzó en el Mundial de 1990. Tras las decepciones del jogo bonito de Zico y cía en 1982 y 1986, la apuesta por un cambio de sistema trajo al entrenador Sebastião Lazaroni. Su apuesta era por un fútbol más aguerrido y vigoroso, con mayor solidez defensiva y aplicación táctica. Él quería un equipo que tuviera el alma de su capitán, Dunga. Nacido en el sur de Brasil, la marca del entonces pivote de la Fiorentina era la virilidad y la casta. Un verdadero perro de presa, representante legítimo del fútbol gaucho y la esencia de lo que Lazzaroni buscaba. Ilusionado con su fuerza y carácter, el entrenador decretó el comienzo de “una nueva era” en la selección brasileña: la Era Dunga, que semanas después terminaría con un rotundo fracaso. Brasil caería en octavos, el peor resultado del país en un Mundial. Y gracias a las palabras del entrenador, el centrocampista, símbolo de aquel equipo, sería crucificado y estigmatizado como el mayor emblema del fútbol pragmático en Brasil. Machacado por la prensa y la hinchada, en fin de su historia con la camiseta verde e amarela parecía inminente. “Dunga siempre fue un luchador y nunca fue reconocido como buen jugador”, explica Mário Marra, comentarista de la Radio CBN brasileña. “Por eso, cuando la selección jugó mal, las críticas pesaron más sobre él que sobre ningún otro. Acabó transformándose, injustamente, en sinónimo de fracaso, de derrota.” Pero cuatro años después, Carlos Alberto Parreira le convocó para formar el doble pivote de Brasil al lado de Mauro Silva en el Mundial de 1994. Dunga recibió de vuelta el brazalete y lideró la conquista del cuatro título de Brasil, acabando con una sequilla de 24 años. “Él fue víctima de una gran injusticia con aquella historia de Era Dunga porque fue un gran futbolista”, explica Juca Kfouri, de la Folha de São Paulo. Su nombre dejaría de ser sinónimo de fracaso y él seguiría capitán cuatro años más, en el equipo subcampeón de 1998. “El tiempo es la mejor medicina”, afirmó Dunga, en 1994. “Tenía que hablar en campo, demostrar que los críticos estaban equivocados y no hay escenario mejor para hacerlo que en un Mundial”, dijo. Ahora, tras otra decepción, como entrenador en 2010 y el fiasco histórico del 7-1 ante Alemania, Dunga vuelve sin temer la misión de reconstruir un equipo destrozado moral y emocionalmente. Sin credenciales como entrenador y con críticas tan severas como las de entonces, el gaucho sigue su historia de superación y perseverancia, como si el sentido de su vida fuera una eterna búsqueda de la redención.

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